PANCHO CHIÑAS.
Pancho Chiñas era alegre, optimista y guapo, lo conocí a través de Clemente Eslava, él nos presentó y me cayó bien, tenía un gran bigote al estilo Zapata, y la risa fácil, como a mi me gusta bromear y hacer chascarrillos, compaginamos bien. Cursaba el segundo año de la carrera en la antes Escuela Nacional de Maestros, (ENM) hoy Benemérita, en ese entonces, la política estudiantil era una opción casi obligada, recién había pasado el 2 de octubre de 1968 y la rabia de aquella masacre marcó a nuestra generación. En la ENM había varias formas de entrar en la política, una consistía en organizar una planilla y entrar al proceso electoral para ganar el Comité Estudiantil de la Sociedad de Alumnos, el Comité de Becas o el Comité de Generación. Clemente, siempre fue un compañero centrado y muy cerebral, no quiero decir maduro porque suena a viejo y Clemente era un guía, se le respetaba en nuestro grupo y en otros más. Clemente comenzó a organizar una planilla y ahí estaba Pancho Chiñas.
Pancho tenía además del bigote zapatista, una gran nariz, así que una amiga le puso de apodo “el perico trasnochado”, eran esas claves que usábamos las mujeres, para hablar de los hombres, sin que se enterara el resto del grupo y así pasaron los años y en nuestro círculo cercano siempre le llamamos “el perico”, desconozco si él se enteró alguna vez de su apodo, pero sí se enteró, estoy segura que no le molestaría. Luego entonces, nuestra planilla ganó el Comité de Generación y nos hicimos más amigos durante la campaña y las reuniones organizativas, reitero que yo todo lo tomaba en broma y sacaba un chiste o una ocurrencia de todo, lo sigo haciendo, en ese aspecto soy incorregible, pero Pancho Chiñas siempre me festejaba mis ocurrencias y hasta me pedía chascarrillos. Era la locura, yo bromista y él festejando mis ocurrencias.
Nunca lo ví de mal humor, siempre tenía una sonrisa que se asomaba desde el fondo de su espeso bigote. Un día comencé a sentirme atraída por él, sólo que tenía una novia rubia oxigenada que además tenía un auto y era de otra generación, ni hablar me di por vencida. pasó el tiempo y un día terminaron su romance, el perico y la perica se dejaron y ahí afilé mis esperanzas. Por esos días el estudiantado sufrió un golpe el 10 de junio de 1971, nosotros los de aquellos años, hicimos un paro en protesta por la violencia del Estado y sus lacayos. Las amenazas estuvieron a la orden del día, que sino nos iban a dar la plaza, que se iba a suspender el baile de generación, que se cancelaba el viaje pedagógico y el turno matutino levantó el paro y aceptó como padrino de generación a Alfonso Martínez Domínguez, el autor intelectual de la represión del 10 de junio, qué horror, era una vergûenza, una afrenta al estudiantado, pero eran mayoría y se impusieron.
Cada grupo se organizó para disque festejar la terminación de nuestros estudios, hubo quien asistió al baile que organizó Martínez Domínguez, el turno vespertino y su flamante Comité de Generación, protestó rechazando el festejo oficial, hicimos una baile modesto pero lleno de dignidad y le pusimos a nuestra generación Octavio Paz. Salimos airosos e hicimos maletas y cada grupo arrancó hacia rumbos diferentes de nuestra hermosa república mexicana. Al regreso, nos esperaba al Comité de Generación el proceso de asignación de plazas.
El director del turno vespertino Juan Reyes Jiménez nos dio un cubículo para que el Comité de Generación hiciera sus reuniones, archivara documentos y la papelería, estaba en la parte baja, una especie de sótano del turno vespertino, contenía un escritorio, tres sillas y un archivero. Clemente siempre estaba ahí, y yo esperaba que Pancho Chiñas, mejor conocido, entre mis amigas como “el perico” apareciera, ahora que estaba “soltero-libre”, así pasaban los días hasta que un día, lo vi bajando las escaleras, feliz y tomando de la mano a una compañera del 6o. Q, la más fea de las feas, con piernas chorreadas y siempre cubiertas con unas medias gruesas, así estarían de horrendas, en fin para qué le echo sal a la herida, era fea y era la novia del “perico”, decidí alejarme y no lo volvía a ver hasta 1986, a los 15 años de haber egresado, me enteré que él no era más profesor, que había botado el gis y el borrador. Las malas lenguas afirmaban que era protegido de Margarita López Portillo, otros decían que se había hartado del mísero salario de profe, lo importante es que abandonó el magisterio, emprendió nuevas rutas y ahora estaba frente a mí, sentado en una jardinera preguntándome por la novia del Q, respiraba con dificultad y no quería ver a nadie más, se levantó y se fue.
En esos caminos diversos, nos volvimos a encontrar a los 40 años de haber egresado de la Normal, la cita era en La Casa Gallega en la Av. Cuauhtémoc, llegó tarde, miraba su celular cada 10 segundos, recibió dos llamadas, no consumió ni bebidas ni comida. Me di cuenta que no recordaba absolutamente nada de la época normalista, bueno ni de la novia del Q. Abel Maní mencionaba sucesos y Pancho no los recordaba. De esa ocasión, intercambiamos, números de celular y correos, comencé a seguirlo. Él siempre tenía un mensaje agradable, un comentario optimista, una esperanza. En ocasiones escribía datos sobre las extenuantes jornadas de trabajo, en otras, opinaba positivamente sobre imágenes o eventos. Era un tipazo.
Un día me dijo -amiga me hiciste muy feliz- porque le compartí una foto que me regaló Clemente, donde está Pancho Chiñas dando el discurso de nuestra generación, en el Auditorio Nacional, además ese día bailó una semblanza de la revolución, porque Pancho Chiñas, pertenecía al Club de Danza de la Normal. Así que le mandé imágenes de aquellos tiempos, cuando hicimos campaña para ganar el Comité de Generación y también la papelería oficial con nuestros nombres. Otro día volvió a escribirme, yo andaba publicando fotos del evento Un Son por Milo en la BENM, y Pancho me pidió que tomara una foto a un árbol que estaba al costado derecho de la plataforma, de inmediato se la envié y volvió a decirme -amiga me haces muy feliz, ese árbol me trae gratos recuerdos-
Nunca le dije, que me había enamorado de él en la Normal, que me había hecho muy feliz saber de él y que sus mensajes alimentaban mi alma, sobre todo, cuando mi mejor amiga Mely falleció, le agradecí a él, a Clemente y a Laura su solidaridad conmigo.
Cuando me enteré en el facebook que Pancho Chiñas descansaba en paz, no lo podía creer, no era posible, su último mensaje fue el 7 de marzo -guapa amiga-, me escribiste y me quedo pensando y cuestionando por qué la gente buena se va tan pronto. Pancho, te voy a extrañar, no me despido, no me gusta decir adiós, será un hasta siempre amigo.
Ana Lilia Garrido M
2 de mayo de 2017.