Y nos volvió a temblar, 32 años después.
Mi reconocimiento a todos/as
los/as brigadistas.
Descansen en paz los muertos nuestros muertos.
7 de septiembre y 19 de septiembre de 2017 la tierra nos
recordó que está atenta a sus vaivenes internos, que nos sorprende cuando menos
lo esperamos y con su movimiento abrupto
nos llena de miedo, porque frente a los derrumbes que deja a su paso el temblor
poco o nada podemos hacer.
Otra vez la muerte atrapó a mucha gente ¿cuánta? nunca lo sabremos, ya que,
la información es difusa y genera dudas sobre la cantidad de personas que
murieron, otras desaparecieron bajo las máquinas que estaban urgidas por borrar
cualquier vestigio del desastre. Ni el Ejército ni la Marina hicieron un
registro de los habitantes de cada edificio colapsado, o de las familias que
buscaban a sus parientes o amigos, llegaron para ocultar lo evidente y otra vez
la Sociedad Civil encabezada por jóvenes valerosos tomó las riendas y
comenzaron a organizar con inteligencia lo que el Plan DN-III fue incapaz de
hacer.
Desde aquí, quiero hacer un reconocimiento a todos/as los/as jóvenes que
hicieron a un lado su miedo y el “tradicional” egoísmo en el que a veces
miramos a ciertos sectores de la juventud mexicana. Pero este 19 de septiembre,
a las 13:10 aproximadamente, la juventud avanzó y tomó decisiones, fijó tareas,
indicó rutas, salvó vidas y mitigó el dolor ajeno. Muchos no durmieron o no
comieron, otros ignoraron su cansancio hasta que su cuerpo protestó, lo
importante eran las vidas, era ayudar,
igual como sucedió en septiembre de 1985. Qué alegría saber que la juventud
viene pujante y con el suficiente vigor para rescatar el acopio de las garras
de la corrupción, observar a los/as jóvenes decir por su nombre a los sucesos y
denunciar las atrocidades cometidas por el gobierno local y el federal,
levantar la voz y hacer público los abusos de autoridad de las fuerzas armadas
que aparecían perplejas ante las emergencias y estaban pestos para obstaculizar la ayuda. Por
más que los medios de difusión repiten hasta el cansancio la gran ayuda que
brindaron las fuerzas militares, los hechos exponen la corrupción y
deficiencias.
En nuestra colonia hubo pocos desastres comparada con la Del Valle,
Narvarte o los estados de Oaxaca o
Chiapas. Cuando nos enteramos de los estropicios que dejaron ambos temblores,
el corazón se llenó de tristeza e impotencia.
Otra vez, comprobé que la solidaridad del pueblo mexicano es
maravillosa, se organizaron centros de
acopio en casas particulares, en sindicatos, en las esquinas y la gente más
humilde compartió lo poco que tenía.
Ante los escombros y la corrupción, hay esperanza, vendrán tiempos mejores,
habrá un México más justo y equitativo si la JUVENTUD con mayúsculas, mantiene
su posición de valor y visión inteligente de la realidad nacional. No estamos
derrotados, soplan vientos frescos repletos de brío y con la inteligencia
necesaria para emprender el camino de un México mejor, donde nadie carezca de
lo estricto y no haya quien goce de lo superfluo.
Ana Lilia Garrido M