7/5/18

El ego familiar o ya bájate del altillo


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El Ego familiar o  ya bájate del altillo.

Es tan difícil la convivencia con otros seres humanos, que hacemos nudos en nuestra existencia y seguimos rondando en los entresijos de la sociedad. A veces nos topamos con gente que nos quiere a su manera, con personas atormentadas y otras armónicas, detectamos sus deficiencias, pero nunca vemos hacia nuestro interior, negamos nuestros vacíos. Así transcurren los días y nunca logramos encontrar con quien vivir en concordia.

Hoy platicamos, hoy nos escuchamos y abrimos nuestro corazón.  Muy complicada es nuestra existencia, trepadas en un altillo desde donde miramos y juzgamos a todo el resto del mundo. Observamos las carencias de los demás para negar nuestras limitaciones.  Entendí que la ausencia de su padre, la suplí con halagos, con imágenes agrandadas de sí mismos, los hice merecedores de todo sin enseñarles a corresponder ni valorar el esfuerzo que hacíamos para complacerlos. Nuestros hijos crecieron sin pensar en nadie más que en ellos, como “deidades” universales, sus necesidades deberían ser atendidas por encima de las carencias de sus padres, la alegría infantil era alimentada inflando su ego, les endilgamos etiquetas que los subían a la estratosfera  y se fueron, volaron, se alejaron. Pero al irse, se llevaron consigo el hueco de sus corazones, el no saber brindar cariño, ternura, agradecimiento y  la idea de creer que merecen todo a costa de todos.

Encontrar pareja les ha costado muchos esfuerzos, los tres buscan compañía de personas disminuidas o carentes de solvencia económica, estabilidad laboral o intelectual, con problemas en la autoestima o sin valía personal, de esta manera, ejercen un dominio y control de las otras vidas, exigen la incondicionalidad y el sometimiento, la sumisión. Brindan momentos gratos o confort económico o aportaciones intelectuales a cambio de la servidumbre humana, imponen la negación del otro como requisito para seguir disfrutando los beneficios de estar cerca de la “deidad”. Esta situación tiene un periodo de duración hasta en tanto, el otro crece o encuentra en otros los beneficios que la “deidad” les regalaba y es entonces cuando, comienza el protocolo de exhibir la ira, recriminar al traidor, rotularlo con adjetivos ofensivos y ahí aparezco yo, como una comparsa que repite los agravios, alimenta el ego como cuando niños, les digo -no te merece. Tú eres mucho para esa persona- Con esta actitud, los condeno a su infelicidad, a la grandiosidad de la soledad y a la omnipotencia de su soberbia, a la frialdad de su corazón y la insensibilidad para entender las dolencias del otro. Formé personas egoístas, lo tengo que reconocer y asumir.

Cuando miro los ojos de mi hija, llenos de lágrimas tratando de comprender por qué se enoja tanto cuando su pareja no actúa como ella quiere, observo  tristeza al revisar su comportamiento abusivo y déspota, se avergüenza de su proceder. El recuento de sus acciones, la azota y percibo su rostro doliente, y al mismo tiempo se culpa, trata de justificarlo y justificarse, ambas actitudes no la ayudan. Recrea algunos momentos de las riñas y los enojos, poco a poco avanza hacia el reconocimiento de su arrogancia y llora. Escucho su reclamo, su petición, exigiendo límites y en ese instante, asumo la actitud que me pide, es momento, para cambiar y dejar de complacer, para ubicarla en la justa dimensión de la convivencia, donde los adjetivos de grandeza ya no son útiles.



Ella tiene la tarea de llenar su pastillero, definir el amor a ella, el respeto, la aceptación, el valor y el reconocimiento, estas cinco categorías le ayudarán a entender quién es y saber del compromiso social con los otros. Desechar de su vida las definiciones que la familia, la sociedad y la cultura le impusieron, dejar salir a su verdadera esencia y dejar de juzgar a los otros, los que siempre estaremos mal o equivocados, porque la deidad así lo dice.

Este 7 de mayo de 2018, hablamos, nos entendimos y aceptamos que tenemos que modificar nuestros guiones de comportamiento enfermo, seguiremos hablando con el corazón en la mano y con toda la honestidad posible.
¡Y  no hay de otra, tenemos que bajarnos del altillo!
Ana Lilia Garrido M
7 de mayo de 2018.