3/10/18

una grata sorpresa

Una grata sorpresa.
  Hoy revisé la gaceta del CCH Azcapotzalco "Contrastes" del 24 de agosto de 2015 y en la portada se encuentra la foto de la alumna Saraí Rojas Méndez, ella cursó conmigo el primer año del bachillerato.
Médico Cirujano, con un enorme corazón y gran inteligencia.
Recuerdo que desde que la conocí en primer semestre del CCH, ella ya sabía que estudiaría medicina, su deseo era ayudar a la gente, sanar a los enfermos.
Ella es una mujer muy sensible y disciplinada, el conocimiento es su meta en la vida, pero conocer para compartir, para ayudar a otros.
Es un orgullo saber que una estudiante que estuvo en mi grupo haya recibido la  medalla Gabino Barreda por su alto promedio.

Que tu trayectoria esté siempre iluminada con tu inteligencia y dedicación.

Ana Lilia Garrido M
24 de agosto 2015

2/10/18

2 de octubre. NO se olvida!


Hoy escribiré con rojo, el rojo de la sangre que ha manchado a mi país , tantas veces y durante tantos años.





Miércoles 2 de octubre 1968. Plaza de las tres Culturas, Tlatelolco.

la Ciudad de México estaba convulsionada, por un lado,  la alegría de los juegos Olímpicos México 68 y por el otro la insurgencia estudiantil que gritaba "Diálogo público. Alto a la represión". Ambos acontecimientos acaparaban la atención de los habitantes del D.F., unos preparaban el corazón y el gusto por la llegada de la antorcha olímpica y por tantos turistas que entrarían al país. Por otro lado, mucha gente estaba indignada por las respuestas autoritarias, sordas y violentas del presidente Gustavo Diaz Ordaz (GDO). En todas las reuniones, familiares y con los amigos, ambos temas salían a relucir. -las Olimpiadas son una oportunidad para México, podemos impulsar al turismo e incrementar la entrada de divisas- también se escuchaban voces de indignación - ¿Cómo se le ocurre a GDO dar más importancia a unos juegos olímpicos que a las demandas estudiantiles? Es una estupidez encarcelar estudiantes- Así eran las charlas entre amigos y/o familiares, unos a favor y otros en contra.




En 1968 cursaba tercero de secundaria, en la gloriosa Secundaria 28, Dr. Manuel Barranco, qué chulada de escuela. La hora del receso era fabulosa, ya que había un solo patio o explanada que compartíamos con la secundaria Anexa a la Normal Superior, por cierto, también compartíamos la alberca. Así que cuando la Normal superior se fue a la Huelga junto con otras escuelas, ambas secundarias nos unimos involuntariamente al "Movimiento Estudiantil". Pocos teníamos información de lo que sucedía, únicamente nos enterábamos de lo que los estudiantes pintaban con chapopote en los camiones, o por los múltiples rumores que soltaban por aquellos senderos de San Cosme. Al grito de ¡Ahí vienen los estudiantes! los prefectos, la directora y el subdirector nos lanzaban a la calle y cuando caminábamos rumbo a la parada del camión o del tren, nos dábamos cuenta que nada pasaba y entonces nos dedicábamos a recorrer los aparadores de las tiendas, o íbamos a jugar al pasaje San Cosme, que por cierto, dejó de existir cuando pasó el Metro por ahí, otras veces nos sentábamos en el jardín que está en la calle Jaime Torres Bodet y San Cosme, frente a la entrada principal de la Secundaria 4. Desde ahí leíamos las consignas de los camiones y tranvías: "Presos políticos libertad. No queremos Olimpiadas, queremos Revolución. Desaparición del cuerpo de granaderos. Destitución de Cueto Ramírez y García Barragán. Únete pueblo. Normal en Huelga. Están matando a tus hijos", entre otras.

Llegaba a mi casa a la hora de siempre y me encontraba con la novedad de que mi madre sabía todo del movimiento estudiantil, que si mañana hay manifestación, que en el Poli ya no tienen alimentos, a mi madre le preocupaba el Poli porque todos mis hermanos habían estudiado ahí, ella  adoraba a esa institución, tal vez porque le permitió a dos de mis hermanos, encontrar un trabajo digno. Ella hacía colecta entre los locatarios del Mercado 2 de abril y nos ponía a hacer tortas, mismas que metíamos en cajas de huevo y las llevaba a Santo Tomás en camión. Yo me mantenía al margen, no entendía muchas cosas y no buscaba información, me valía un comino, estaba más preocupada por qué iba a seguir estudiando y por la fiesta de "graduación" de la secundaria.

Pero el 2 de octubre, cambió mi manera de proceder. Miércoles 17 horas, mi madre y mi madrina Lupita se fueron al mitin en Tlatelolco, me encargaron que planchara algo de ropa, que no estuviera de ociosa oyendo pendejadas de música de greñudos. Comencé a planchar, estaba sola y encendí la televisión, escuchaba los helicópteros que rondaban por mi casa sin darles importancia, hasta que suspendieron la programación y unas muchachas, estudiantes explicaban con mucha tristeza y dolor que el ejército había disparado contra los asistentes al mitin. De inmediato pensé en mi mamá y en mi madrina, salí a la calle y no pasaba un solo auto o camión, estaban vacías las calles, caminé a Paseo de la Reforma y entonces me asusté más, había mucha gente joven  ensangrentada, llorando y corriendo, gritaban ¡nos están matando! Sentí más miedo. Me regresé a mi casa y pasé a la tienda de Don Josué, para llamar a la casa de mi hermano que vivía en Tlatelolco. No había comunicación. Daba vueltas como estúpida, sin saber qué hacer ni qué había pasado con mi mamá. Al poco rato llegó mi madrina Lupita y pasó a avisarme que ella se había regresado cuando comenzó la balacera, que mi mamá se quedó en el edificio de Relaciones Exteriores (hoy Museo Universitario Tlatelolco), me preocupé más cuando mi madrina me contó que las balas se estampaban en los vidrios del edificio de Relaciones Exteriores, que mi mamá necia se quedó. Sí, necia así era mi mamá. Como a las 10 de la noche, mi madrina que si tenía teléfono recibió una llamada de mi madre, diciendo que estaba bien, que ya venía de regreso.
Mi madre llegó con mi hermana, ya que los soldados no las dejaron pasar al edificio donde vivía mi hermano Rodolfo, cómo se encontraron mi mamá y mi hermana no lo sé y al día siguiente fuimos a Tlatelolco, estaban limpiando la plaza de las Tres Culturas. Qué impresión, había muchos cinturones, zapatos, cabello, trozos de ropa y sangre, sangre que limpiaban  con agua de los camiones del Departamento del Distrito Federal que seguramente Corona del Rosal mandó para borrar cualquier huella de la masacre. Fue muy impresionante, era una escena de horror.



12 de octubre de 1968.

Los días transcurrieron entre dolor y angustia, nos enterábamos de casos de jóvenes desaparecidos, muchachas que no llegaron a su casa y el sufrimiento de tanta gente. Nada pasó, aseguraban en los diarios y en la TV, "pleito entre estudiantes, unos iban armados y como no se pusieron de acuerdo, se armó la trifulca". Los días lentos empezaron a desaparecer la tragedia, para imponer la alegría de las Olimpiadas. 


No había clases, no recuerdo si el año escolar terminó en septiembre o si sólo suspendieron clases durante la Olimpiada, pero lo cierto es que el 12 de octubre día de la Raza, GDO se presentó en el Estadio de Ciudad Universitaria con  un lleno espectacular, no sé si alguien de los ahí reunidos recordaba que el 18 de septiembre había entrado el Ejército Mexicano a profanar las aulas universitarias y a detener estudiantes que pedían diálogo público, alto a la represión, desaparición del cuerpo de granaderos, derogación de los artículos 145 y 145 bis, libertad a los presos políticos, destitución de los jefes policiacos Luis Cueto Ramírez, Raúl Mendiolea y A. Frías, indemnización a todos los muertos y heridos desde el inicio del movimiento. deslinde de las responsabilidades de las autoridades por sus acciones represivas y la única respuesta que recibieron  del gobierno, fueron balas y la cárcel. Cuentan que ese día en el Estadio Universitario hubo una rechifla de repudio a GDO, pero no lo sé de cierto. Las Olimpiadas eran para los ricos y los extranjeros. 

La vida en la Capital se bifurcó, igual que las discusiones familiares, unos seguían exigiendo la libertad de sus compañeros y el cumplimiento del pliego petitorio con las escuelas en Huelga, saturados de dolor y rabia. Otros disfrutaban de los juegos olímpicos por la TV. 

Uno de esos días me enteré que el maratón y la caminata se llevarían a cabo sobre Paseo de la Reforma, salí a ver  la competencia y recordé el miércoles 2 de octubre, cuando en lugar de atletas, corrían jóvenes heridos  en el cuerpo y en el alma.



Por esta razón, el 2 de octubre mi mente NO lo olvida y mi corazón late siempre a la izquierda.




Ana Lilia Garrido M
2 de octubre 2018
Escondido, San Diego B.C.