La supremacía blanca dirían los polkos o los seguidores de Tromp, es mucha la creencia de la supremacía blanca pero olvidan que el trabajo lo hacen las personas con piel más oscura.
La entrada a los Estados Unidos a través de Tijuana es un acierto. Pagas y caminas hasta llegar a un mostrador. Es aquí donde comienza la verdadera aventura. Son las 23 horas, las escaleras eléctricas descienden poco a poco, se observa detrás del mostrador a un hombre de más de 60 años, blanco y gringo, por supuesto. En ese preciso instante en que indica con un grito y con un ademán que es mi turno, sus ojos se clavan sobre mi rostro y en inglés solicita mis documentos.
-Show your documents. Mostré los documentos.
- Where it goes? Le dije que a San Diego.
- Whow long will you be in the United States? Un mes
-I not speak spanish. Answer in English!! Y ahí me encabroné.
Repitió la pregunta - Whow long will you be in the United States? Answer in English!! y subió el volumen de su voz.
Yo estaba obligada a mirarlo hacia arriba, porque el mostrador es alto, la sangre corría muy caliente dentro de mis venas y lo miré con rabia y volví a responder -un mes-
La cólera del sujeto se manifestó en el color rojo de sus mejillas.
Pensé, para entrar a su país no tengo la obligación de hablar en inglés, por el contrario, son ellos quienes deben hablar en español o al menos intentar comunicarse.
El sujeto movió la cabeza desaprobando mi terquedad que seguramente para él era estupidez.
En ese momento, la superioridad blanca disfrutaba ver a una mexa terca e incapaz de responder en inglés. Llegó un paisano a la fila, -come wiht me- le gritó el gringo. -Tell it in Spanish- Sin esperar a que mi compatriota hablara, le respondí -un mes-
El hombre moreno, de estatura baja le dijo al güero con impecable pronunciación -It will be a mounth. Thirty days-
-Then, you must process a permit-
Fueron tres o cuatro minutos los que estuve frente al estadounidense, suficientes, para retroceder la mirada a mi país, México. Recordar la grandeza de su gente, el brillo de su cielo, el verdor del campo, los colores que adornan las calles y los vestidos multicolores de los pueblos originarios, el mar y su bravura, el aroma de mi tierra, la alegría de vivir y el gusto por hacer de cada ocasión una fiesta o una canción.
Cuando atravesé la puerta y salí a San Diego, tan simple con su color ocre viejo, sus casas idénticas, su gente autista hundida en su soledad, sin historia, sin alegría, me dieron ganas de gritar en medio del aeropuerto. Que chingue a su madre el imperio capitalista. Como México no hay dos!
23 de septiembre de 2018.
Escondido, San Diego
23:09
Ana Lilia Garrido M
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