-Que si las emociones son una nueva categoría de análisis o si es un enfoque diferente para explicar los procesos sociales, que si la visión subalterna de si mismo/a marca y determina las relaciones sociales, y muchos otros asuntos más- Viajamos desde la visión sociológica del acontecer nacional, hasta la individualidad del ser humano y sus complejas relaciones y en cada asunto mi hija expandía sus percepciones teóricas y aplicaba la experiencia adquirida en la Academia. Ella es tan inteligente.
Visitamos muchos lugares, algunos muy densos o cansados pero estar a su lado me gratifica porque comentamos del presente y arrancamos hacia el futuro en un abrir y cerrar de ojos. El mañana es un tema recurrente, cómo será nuestro país, la educación, la violencia o nuestra familia con todos los retos que aparecen al interior del hogar. Es decir, juntas soñamos con la mirada puesta hacia el infinito.
No siempre coincidimos, hay discrepancias que con mucho cuidado planteamos y describimos para evitar el conflicto intolerante.
Al escuchar su voz diciendo -Buenos días Mami. ¿Cómo amaneciste? o ya preparé el café- mi condición de madre se agrandaba y me instalaba en la época de su infancia, donde le preparaba a mis hijas/o su desayuno antes de ir a la escuela primaria. ¡Qué tiempos! Ahora la observo tan completa, con una madurez y armonía que invita a la reflexión de lo que somos y de los que podemos ser.
Todo marchó muy bien, como patineta sobre el asfalto inclinado, todo bien, hasta que su tiempo se agotó, ocho días únicamente, ocho días para trámites y conversaciones mañaneras y nocturnas. Se aproximaba el regreso a EU, ella quería saludar a su abuelo y fuimos a ver a mi papá, durante el camino hablamos y hablamos, ella atenta, opinaba y aportaba su siempre atinado punto de vista, de pronto, me propuso pasar por su hermana para despedirse y entonces comencé a sentir el peso del adiós. Cenamos juntas, habló de su próximo regreso y de la invitación para ir a visitarla. Comprendí que la cenas y la conversación, ya eran parte de la despedida.
Hoy domingo, el ritual fue el mismo, sólo que ella, programó su salida al aeropuerto una hora después de lo indicado en el boleto, -no se quería ir- cuando al fin se dio cuenta de su error, todo se agitó con mucha velocidad, y en un dos por tres, nos estábamos abrazando para la despedida, como siempre, le dije una lista de indicaciones y recordatorios, de peticiones y sugerencia, de frases donde le reiteraba mi cariño y admiración. Ella escuchaba y comenzó a decir cuánto nos extraña, cuánto nos quiere, me preguntaba si pronto la iría a visitar, me abrazaba y repetía -me hacen falta, los extraño- Hice un gran esfuerzo para no llorar -soy muy chillona-, no quise que ella se fuera más triste, así que me aguanté y fingí estar bien, la promesa de ir a visitarla era continua.
Ella propuso, -déjenme aquí, no se acerquen porque me pongo muy triste- y respetamos su decisión, esperamos a que llegara a la entrada y nos dimos la vuelta rumbo al estacionamiento, cada paso se hizo lento, la mirada baja, saqué el celular y le mandé un mensaje -te quiero- y salimos del aeropuerto.
Qué difíciles son las despedidas, que largas son las distancias, el tiempo se convierte en un verdugo que tortura con la larga espera de volverla a ver. Estoy aquí, tratando de darme ánimo en esta casa silenciosa, donde falta la luz de la presencia de mi hija. Tal vez mañana nos hablemos por teléfono, pero mientras eso sucede, qué difícil es decir adiós.