31/1/16

Decir adiós.

Una semana estuvo mi hija en casa, y cada espacio se llenó de alegría con su luz y sus presencia. Por la mañana disfrutamos el desayuno con un rico café y los temas de conversación que nunca nos faltan.
-Que si las emociones son una nueva categoría de análisis o si es un enfoque diferente para explicar los procesos sociales, que si la visión  subalterna de si mismo/a marca y determina las relaciones sociales,  y muchos otros asuntos más- Viajamos desde la visión sociológica del acontecer nacional, hasta la individualidad del ser humano y sus complejas relaciones y en cada asunto mi hija expandía sus percepciones teóricas y aplicaba la experiencia adquirida en la Academia. Ella es tan inteligente.
Visitamos muchos lugares, algunos muy densos o cansados pero estar a su lado me gratifica porque comentamos del presente y arrancamos hacia el futuro en un abrir y cerrar de ojos. El mañana es un tema recurrente, cómo será nuestro país, la educación, la violencia o nuestra familia con todos los retos que aparecen al interior del hogar. Es decir, juntas soñamos con la mirada puesta hacia el infinito.
No siempre coincidimos, hay discrepancias que con mucho cuidado planteamos y describimos para evitar  el conflicto intolerante. 
Al escuchar su voz diciendo -Buenos días Mami. ¿Cómo amaneciste?  o ya preparé el café- mi condición de madre se agrandaba y me instalaba en la época de su infancia, donde le preparaba a mis hijas/o su desayuno antes de ir a la escuela primaria. ¡Qué tiempos! Ahora la observo tan completa, con una madurez y armonía que invita a la reflexión de lo que somos y de los que  podemos ser.
Todo marchó muy bien, como patineta sobre el asfalto inclinado, todo bien, hasta que su  tiempo se agotó, ocho días únicamente, ocho días para trámites y conversaciones mañaneras y nocturnas. Se aproximaba el regreso a EU, ella quería saludar a su abuelo y fuimos a ver a mi papá, durante el camino hablamos y hablamos, ella atenta, opinaba y aportaba su siempre atinado punto de vista, de pronto, me propuso pasar por su hermana para despedirse y entonces comencé a sentir el peso del adiós. Cenamos juntas, habló de su próximo regreso y de la invitación para ir a visitarla. Comprendí que la cenas y la conversación, ya eran  parte de la despedida.
Hoy domingo, el ritual fue el mismo, sólo que ella, programó su salida al aeropuerto una hora después de lo indicado en el boleto, -no se quería ir- cuando al fin se dio cuenta de su error, todo se agitó con mucha velocidad, y en un dos por tres, nos estábamos abrazando para la despedida, como siempre, le dije una lista de indicaciones y recordatorios, de peticiones y sugerencia, de frases donde le reiteraba mi cariño y admiración. Ella escuchaba y comenzó a decir cuánto nos extraña, cuánto nos quiere, me preguntaba si pronto la iría a visitar, me abrazaba y repetía -me hacen falta, los extraño- Hice un gran esfuerzo para no llorar -soy muy chillona-,  no quise que ella se fuera más triste, así que me aguanté y fingí estar bien, la promesa de ir a visitarla era continua.
Ella propuso, -déjenme aquí, no se acerquen porque me pongo muy triste- y respetamos su decisión, esperamos a que llegara a la entrada y nos dimos la vuelta rumbo al estacionamiento, cada paso se hizo lento, la mirada baja, saqué el celular y le mandé un mensaje -te quiero- y salimos del aeropuerto.
Qué difíciles son las despedidas, que largas son las distancias, el tiempo se convierte en un verdugo que tortura con la larga espera de volverla a ver. Estoy aquí, tratando de darme ánimo en esta casa silenciosa, donde falta la luz de la presencia de mi hija. Tal vez mañana nos hablemos por teléfono, pero mientras eso sucede, qué difícil es decir adiós.

24/1/16

LAS VENTAJAS DE VIVIR OBSERVANDO.

El viento sacude el cabello, los rostros se comprimen esperando el golpe frío de la noche, la Luna en su esplendor se exhibe plena con destellos rojizos, ilumina a la nueva Ciudad de México, compleja y multicultural.
Aquí, la gente disfruta del placer de existir, camina sin detenerse a contemplar lo simple y lo grandioso del pueblo, no observa, sólo mira y camina. En ocasiones me pregunto si esta gente que ríe y compra en el centro de la capital, es capaz de sentir el dolor ajeno. Creo que no, afirmo que la mayoría de las personas pasa sin detener la mirada en los/as otros/as, contempla en sus adentros la lista de necesidades materiales que anhela y que pronto comprará, en abonos o con la tarjeta, pero se dará -algún día- ese gustazo.
Me preocupa el desinterés por el sufrimiento de los demás, muchas veces he presenciado arranques de violencia en el metro o en las calles y nadie interviene, nadie participa para frenar la agresión, la gente se hace a un lado o camina aprisa para evitar comprometerse. En otro tiempo, cuando había un suceso de violencia la gente se acercaba al chisme o por morbo y sus ojos se convertían en testigos del acontecimiento.  La violencia cabalga  sobre la Ciudad de México y los/as habitantes nos vamos acostumbrando al olor a sangre y  a ofensas verbales y físicas. Es tan común que alguien ofenda a otra persona o que la agreda.  Niños/as, personas jóvenes, adultos/as y ancianos/as  se han visto en la penosa situación de ser agredidos, hoy en la carnicería, vi cómo un hombre de unos 45 años, llegó acompañado de un joven y sin mediar consideración alguna hacia las personas que estábamos haciendo fila para que nos atendiera el carnicero, le preguntó cuánto er de su pedido de carne y además exigió que le pesara un trozo de  carne más, el total de su compra eran 270 pesos y el tipo le dijo te cobras 240 y ni la armes cuñado y el carnicero le regresó 60 pesos y el tipo se aleja burlón. En ese momento llega una mujer muy mayor, acompañada de tres hombres, le solicita al carnicero que la atienda porque lleva prisa, el carnicero hace mi cuenta y mientras me entrega el cambio, la señora le dice que  quiere bisteces, pero sin aplanar, porque se hacen una chingaderita cuando se cocinan, y comenta con los hombres que están a su lado, -que se aplane sus pinches nalgas este pendejo-. La mirada de la mujer era de odio, al igual que la de los hombres que la acompañaban. me retiré  y no dejo de analizar qué pasa con esta violencia que nos envuelve y nada hacemos. 

7/1/16

Regresar al pasado

La etapa más feliz de mi vida, fue mi infancia en Teziutlán, así que estuve deseando desde hace cuarenta años regresar a tan hermoso lugar.  Tardé tanto porque los recuerdos son tan bellos que temía que la realidad me destrozara ese trozo de mi vida.
Aquí tuve una gran amiga llamada Goya, éramos inseparables, jugábamos a la comidita a saltar la reata, tenía un hermanito como de tres años al que le decían Calete. En mi familia había muchos problemas, por un lado con mi abuelo José Martínez y por el otro con mi papá que le dio por tomarse toda la cantina de un sopetón. Mi abuelo era el dueño de una cantina llamada La Chiquita, que desafortunadamente no sé dónde estaba, hoy recorrí la calle de Allende, la de Cuauhtemoc,  la de Hidalgo y también Zaragoza y no encuentro una seña de aquella cantina.  Hoy también  entré al mercado, esperaba con mucha ansia oler aquella mezcla de aromas frutales que me invadían cuando niña,  anduve por sus pasillos y ningún olor  encontré, no hay manzanas ni duraznos, cacahuates o chicharrones, lo que sí encontré fue el delicioso queso de cabra a quince pesos y las berenjenas, únicas, que sólo he visto aquí en Teziutlan, por el rumbo de Ahuateno había muchas matas de berenjenas,  lo único que se necesitaba era arrancarlas, darles una pequeña mordida para abrir un camino hacia el centro  y exprimir su exquisito néctar agridulce. Encontré chiles "morrongos" los más picosos que una vez hicieron llorar a mi papá de tan picosos.  Teziutlán ha cambiado, pero no tanto, puedo sentir aquel ambiente que marcó mi infancia, yo pesaba que el Hotel Central era el hotel donde nos hospedábamos cuando veníamos de visita, pero el verdadero hotel se llama Hotel Allende y está junto a la lujosa terminal de camiones, el café de donde salía aquel deliciosos aroma a café con leche, hoy es un ciber-café y ni café venden.
Tengo muchos recuerdos agolpados en mi memoria, sin orden, saltan conforme voy viendo lugares y personajes,  pero no recuerdo el nombre de la calle donde estaba la cantina La Chiquita,  que era a dos cuadras del palacio de gobierno, pero ya recorrí las dos cuadras y no reconozco aquel lugar
 pequeño y junto a la cantina la puerta de entrada al lugar donde vivía mi abuelo. No tengo más datos, únicamente el nombre de la cantina y el aroma del trapo húmedo con el que limpiaba mi abuelo,
el mostrador. Mi abuelo me consentía, me sentaba en sus piernas mientras despachaba copas de aguardiente a los oriundos de Teziutlán y barrios cercanos, había un cajón muy grande con maíz, porque en aquellos años, la cantina era también una tienda, sólo que a la cantina no entraban las mujeres. Yo le pedía a mi abuelo unas bolsitas pequeñas que vendía llamadas Zenzen, y él me contestaba eso no, son para borrachos, toma un dulce y me regalaba unos dulces de menta, años después me enteré que el Zenzen es el orozus y que lo utilizan para combatir el,mal aliento.
En el Hotel Central, nos regalaron un pequeño mapa de la ciudad, ahí busqué  Acateno y mi sorpresa fue mayúscula cuando leí "La misma idea" .  Cuando llegamos a Teziutlán, mi abuelo nos dio para vivir esa tienda y la casa que estaba atrás. Tenía unos balcones altos, el techo de teja, estaba en una esquina y al lado un gran portón rojo donde mi padre nos hizo un columpio a mi hermana y a mi, tenía una tabla para que nos sentáramos y una cuerda de lazo muy gruesa, cuántas horas nos divertimos en ese columpio, risas y más risas nos regaló ese trozo de madera y lazo. 
Mañana iré a "La misma idea", tal vez a San Juan Tezongo y al río o a Atoluca o al Puente de la Marimba.  Recuerdo que la tienda tenía dos entradas por el frente de lo que ahora es la calle José María Morelos, y una entrada por la calle Vicente Lombardo Toledano, espero que haya la posibilidad de llegar al río, encontrar al poblado de San Juan Tezongo o San Sebastián, de este lugar las















4/1/16

NADA HUMANO ME ES AJENO.

Nada humano me es ajeno.

Hoy 4 de enero de 2016, asistí a una asamblea de condóminos, todo parecía que iba a estar difícil. La cancha estaba dividida, por un lado las amigas e incondicionales de la administradora y por el otro los desorganizados que actúan como bomberos ante los ataques de  bloque de adversarias.
A nadie parece importarle el tiempo, comienzan a hablar y hablar, la administradora trae escondida una bomba fétida en la maga derecha, comienza a exponer con mucho detalle los incumplimientos y fallas de la conserje, su coro repite -no cumple, que se vaya- 
Está por demás mencionar que los/as asistentes sabemos que algo está por venir, desconocemos la magnitud del bombazo, pero intuimos que va a llegar en cualquier momento. Por fin, sale de la boca de la administradora,  es una sentencia, es una decisión ya acordada con su séquito y al grito de  -debemos correr a Claudia porque  ya no puedo con sus incumplimientos- escupió la bomba apestosa que la ahogaba.
El silencio no se hizo esperar, nos miramos unos/as a los/as otros/as y sus cuatro incondicionales comenzaron las argumentaciones:
-Si la administradora no está a gusto con esta persona que se vaya-.
-Aquí traigo dos cotizaciones de empresas donde sale más barato contratar empleados de limpieza-
-Ay! pero a esos les pagan un salario de hambre y yo no estaría contenta con que un muerto de hambre ande aquí, porque  ese sólo busca robar-
-Pero nos vamos a ahorrar dinero, ya que las prestaciones corren por cuenta de la empresa-
-La conserje trae a sus hijos y díganme en qué trabajo nos permiten ir con nuestros hijos a trabajar-
-Ya vieron tiene en una bodega guardado un colchón. Está viviendo en una bodega y eso es un problema para nosotros-
- Deja que sus hijos le ayuden a barrer los pasillos, yo a mi hijo de 14 años no lo dejo ni salir al pasillo. Ella nos pone en peligro a todos-
-Que lo decida la administradora, ya que la conserje es su equipo de trabajo y si no está contenta, que la administradora la corra-
-Votemos por que se vaya la conserje o por que se quede la administradora-
-Un dato importante, si despedimos a la conserje hay que pagarle 19 mil pesos aproximadamente, tomen en cuenta esto-
Escuché un rosario de quejas, las más absurdas, las más incoherentes, la furia iba subiendo en los ánimos de la asamblea, miré sus rostros, la mayoría tenía el ceño fruncido y sus ojos echaban chispas del coraje, otros/as miraban desconcertados/as a los enfurecidos que no paraban de espetar culpas contra la conserje. 
- Le pedí que me avisara cuando pasara la camioneta de la luz y no lo hizo-
- Yo le dije que cambiara el sensor porque como puse una protección en la puerta siempre se está prendiendo el foco y no lo hizo-
-A mi me robaron y sólo ella sabía que yo no estaría, además no me contestó el teléfono-
-Desde que no le doy propinas ya no me trata bien-
-Se saluda con la gente de afuera-
-Mete a extraños-
-Su esposo o lo que sea es quien barre, ayer lo vi-
-Los niños se pueden caer y nos van a meter en un gran problema-
Entonces, pensé, nada humano me es ajeno y hablé.
Poco logré con mi llamado a considerar la situación actual del país, el problema  que implica, para una madre quedar sin empleo. Les expliqué que el supuesto ahorro a la larga serían más gastos, porque la conserje hace de todo por el mismo salario, pero no los convencía, seguían pidiendo que decapitaran a la conserje para que la administradora estuviera contenta. Contundente, propuse, formemos una comisión para que hable con ella, le explicamos todas las fallas que tiene y la exhortamos a que cumpla y le advertimos que si persisten sus fallas será despedida. La conserje es inteligente, repetí lo que dijo un vecino, por esa razón es preferible hablar con ella, estoy segura que entenderá y de pronto surgieron dos voces femeninas, que apoyaron mis palabras, me propusieron como parte de la comisión para hablar y se sumaron, rápidamente una adversaria dijo - yo me uno para que esté equilibrado el asunto-  Y así, se logró evitar, por el momento, el despido injustificado de la conserje, cuyo único delito es haber sido contratada por la constructora con quien la administradora tiene que enfrentar diversos asuntos y careos, ya que el edificio tiene muchos vicios ocultos, luego entonces, la administradora supone que la conserje es aliada del constructor y  por lo tanto, su acérrima enemiga a quien debe degollar porque es débil, es pobre, es subalterna. Qué tiempos tan violentos!