Como quiera...
Tener una amiga, fraterna, solidaria, que sabe escuchar, que analiza y reflexiona todo a su alrededor, que siempre está procurando tu bien es el tesoro más hermoso que la vida te puede regalar.
Con mucha alegría, puedo decir que cuento con amistades hermosas a quienes les agradezco su cariño.
Pero hoy debo despedirme, en ese horrible adiós eterno, hoy le diré hasta siempre a mi mejor amiga: Meli.
Supe desde hace tiempo que ella estaba deprimida, pasó por circunstancias muy difíciles, la pérdida de dos hermanos, una sobrina y una cuñada en el mismo año. Muchas veces se planteó la pregunta sin respuesta, misma pregunta que yo me hacía. ¿Por qué personas tan nobles, honestas y trabajadoras se mueren? ¿Por qué ellos? ¿Por qué?
Y hoy me pregunto ¿Por qué Meli? si en enero de este año me dijo, que 2016 sería diferente, que estaba con una energía grande para cambiar el rumbo de tanta tristeza. ¿Por qué ella?
El viernes conversando con Carolina, le dije mañana le llamo a Meli y no lo hice, pero en la noche miré las cartas que conservo de ella y me dije, mañana cuando regrese de casa de mi tía, le llamo. Intenté dormir y no pude, mi corazón palpitaba mucho, parecía un colibrí aleteando, coloqué tres almohadas porque mi corazón se quería escapar volando hacia Meli, por momentos pensé que me moriría, sola en mi casa, tuve miedo y ansiedad de un no sé qué, me agobiaba la idea de la muerte, así que me apoyé las respiraciones, inhalar profundo, retener y exhalar lento, una y otra vez hasta que el corazón dejó de aviarme que mi amiga Meli, estaba en su casa con dificultad para respirar. Pinche distancia.
Al día siguiente me fui a ver a mi tía Eva, que hace 45 años que no la veía, de regreso pensé en Meli, si pude llegar a Cuautitlán, puedo llegar a Valle de Aragón, así que un día voy a ir por ella, para llevarla con un buen médico, el mejor. A mi regreso mientras caminaba con mi hijo por las afueras del mercado de Martínez de la Torre, me caí, así, de pronto sin que mediara razón, sentí por un momento como una ausencia, como una sensación de abandono, como perder el control de dónde estaba. Ahora pienso que era un segundo aviso, pero el golpe y los raspones, me impresionaron, tomé un medicamento para el dolor y me quedé dormida, pero despertaba cada vez que las cobijas tocaban mi raspón. Amanecí cansada, sin ánimo y en automático me puse un vestido negro, tenía que modificar un documento y me puse a escribir. de pronto sonó el teléfono, contesté y era Oscar. Supe de inmediato que algo terrible había pasado. No lo podía creer. No lo quiero creer. Me niego a encontrar justificantes de su muerte.
Durante el velorio, no quise acercarme a mirarla, prefiero conservar su imagen como la última vez que nos vimos, e hicimos planes. Así te quiero recordar amiga. Pero mi cuerpo empieza a registrar su ausencia, siento una opresión en mi pecho, como si trajera colgando en el corazón, una gran piedra, antes mi corazón era un colibrí que se quería escapar, hoy está denso, lento, sin energía y yo lo detecto.
El cuerpo me duele, por apretar y contraer los músculos ante la desgracia de perder a mi mejor amiga.
Pienso y le doy vueltas a esta situación. Ella dejó de contestar el teléfono, los mensajes escritos eran muy breves, su voz la escuchaba lenta, muy pausada, sin ganas. Me comentaba que fue a visitar a unos invidentes y que la torturaban, que perdió fuerza en la pierna, que no podía subir escalera, que usaba andadera..., en cada artefacto o atención o remedio yo percibía que ella se iba deteriorando. Dejó de coser, pero si su gran placer era coser! esa era una señal, luego me contó que ya no cocinaba y esa fue otra señal, yo me daba cuenta, pero nada podía hacer, me sentía impotente. Confié en su sabiduría, estaba convenida que ella haría por su salud, lo que ella misma me dijo que hicieron sus hermanos, ella se cuidaría. Y me equivoqué.
Ahora que pienso en esas señales que nos dio, creo que jamás debo dejar que las cosas sucedan por suposición, debo actuar.
Me doy ánimo pensando que le dije tantas veces que yo la quiero, que yo estaba con ella, que quería lo mejor para su vida. Lo dije, pero no fue suficiente.
Quiero llorar y el corazón se agranda y me ahoga. No me deja soltar más lágrimas. También pienso que llorar no resuelve, ni calma al dolor, ahora tengo que aprender a vivir sin mi mejor amiga.