El enigma del celular.
Con cariño para el grupo 118
Yo
estaba dormido, yo no vi nada decía con mucha insistencia. Pero yo estaba
dormido, repetía en un tono agresivo, como queriendo evitar el interrogatorio
obligado. Todo el grupo estaba realmente preocupado, cómo era posible que un
celular hubiera desaparecido, así de pronto.
La
persuasión de siempre, “ quien lo tenga, por favor entréguelo, busque y tal vez alguien lo puso entre sus
cosas, revisen en el piso, tal vez esté por ahí…” nada sucedía. El celular
seguía perdido, así que no quedó otra opción que el clásico “pongan sus cosas
sobre la mesa y Araí pasará a revisar,
sus manos sobre la mochila” alguien sugirió -marca a tu celular- , No, no tiene
caso, estaba en vibrador, contestó Araí. No importa marca, de todos modos hace
un pequeño sonido. Silencio, todos/as hicieron silencio y escuchamos el sonido
en la fila de las ventanas, cerca del dormido. Marca otra vez. –me manda a
buzón, ya lo apagaron- .
Araí
habló con voz firme – un celular es un objeto, tal vez me compren otro, pero
quien lo robó, mañana puede robar más cosas y de mayor valor. Además si viene
el abogado del Colegio, él responsable será expulsado, pierde más él que yo.
Quien lo tenga, entréguelo y no lo voy a juzgar ni le denunciaré, pero en el
celular tengo muchas fotos importantes para mí- Nadie se movió. Arremetió de frente sin remilgos, - Me puedo
equivocar, pero creo que tú lo tienes- y señalaba al dormido. La respuesta fue la misma – yo estaba dormido- Comprendimos que ya no era una broma, era un
robo, con premeditación , alevosía y ventaja. Así que, se procedió a revisar la ropa de todos/as.
Se
pusieron de pie y comenzó la inspección corporal, el dormido, intentó salir del
salón, no lo logró. Entonces, recurrió al recurso del meón. –Ya me orino, por
favor déjeme salir- decía al tiempo en que de manera grotesca se apretaba el
pene y daba pequeños saltos. La respuesta fue, no. Entonces el dormido dijo, me voy a orinar en
una botella. Hazlo si puedes y si no tienes pudor, adelante. Comenzó a brincar, a subirse a la silla, a
fingir que ya era insoportable la necesidad de orinar. A nadie impresionó.
Algunos
de los amigos del dormido, se acercaron para indicar que él podía ser el
responsable del robo.
Ni
modo, no quedó de otra más que llamar al abogado. Mientras lo esperábamos, el
dormido abrió la ventana, se subió a una silla, miró hacia fuera, seguía
apretando su pene y retorciendo su cuerpo de manera exagerada, se asomó hacia
fuera, tiró una bolas de papel.
El
dormido no se dio cuenta que más de treinta pares de ojos lo miraban y que
vieron cuando él tiró el celular por la ventana.
El
abogado llegó, repitió la misma estrategia persuasiva, entreguen el celular de
seguro fue una broma, nada les pasará. Fue una ocurrencia, en esta edad son muy
bromistas, etc., pero eso ya sobraba, lo habíamos visto tirar el celular.
La
sentencia última, vamos a levantar una acta de hechos y la mandaremos al
Tribunal Universitario para que proceda la investigación, pero mientras se
resuelve el misterio, quedarán suspendidos de la UNAM y si se comprueba quién
es el responsable. Para él será expulsión definitiva.
En
ese momento el dormido llamó a Araí,
algo le dijo entre susurros, ella se ruborizó, no sé si de coraje o pena
ajena, pero dijo en voz alta, mi compañero, o sea el dormido, dice que cuando
tiró basura por la ventana, vio al celular tirado en la cornisa.
Fueron
por una escalera y efectivamente el celular estaba ahí, ya no tenía la carcasa
morada, estaba apagado. Se lo entregaron a su dueña y el abogado preguntó
¿Quién lo encontró? ¿cómo es que tiras
basura por la ventana? Dime tu nombre completo, cuando termines todas tus
clases vas al jurídico, vamos a platicar un poco tú y yo, decretó el abogado y
agregó, todos van a pagar la carcasa de su compañera, porque de alguna manera fueron
cómplices, vieron y no dijeron, oyeron el sonido del celular y se quedaron
callados. Era cierto, ese falso compañerismo, ocultó un robo.
Araí,
dijo que no era necesario, que ya había recuperado su celular y eso era lo
importante, que no estaba de acuerdo en que otros pagaran por la falta de uno.
Quedamos
en silencio, con la vergüenza de saber que alguien se atrevió a robar y simuló
ser inocente o tal vez por las palabras
siempre sabias y llenas de valor de Araí
que nos confrontaron con nuestros miedos y
la cobardía de siempre.
El
salón quedó en silencio con ese aroma que deja la tristeza, salieron
apresuradamente, nadie quería permanecer
en el lugar de los hechos. Había en el ambiente esa mezcla de rabia, desilusión
y amargura, como en los velorios.
Ana Lilia Garrido M
10 de octubre de 2012