Estos sujetos, que se sientan detrás del volante, encienden el radio, sintonizan La Z y tocan repetidamente el claxón como sí fuera un grito de guerra en esta selva de asfalto y polución, avanzan desde el Estado de México hasta el metro Popotla, le pisan duro al acelerador y les vale madres los transeúntes, pasajeros u otros conductores/as. Se burlan de los semáforos, ignoran las señales de tránsito y su pinche claxón pita y pita como sí fuera una sirena de bomberos.
Cuando te permiten mirarlos, te llevas la gran sorpresa, pues esos camioneros que son los amos del asfalto en realidad son enanos, biscos o tuertos, con acné crónico o con deformaciones en el rostro y cuerpo. Son personajes siniestros porque arriesgan la vida de los pasajeros y la de cualquier ser viviente que se atraviese en su ruta.
A los choferes de esos camiones verdes del Estado de México les gusta poner música a todo volumen, no les interesan los decibeles ni la tolerancia y ni el respeto a los oídos ajenos. Se gritan de camión a camión, pueden platicar hasta por 10 minutos obstaculizando la vialidad y nada pasa, son los reyes, los amos de las avenidas, calles y paraderos afuera de las estaciones del Metro.
Quienes habitamos el DF no soportamos las arbitrariedades de estos ases del volante.
Jazzmind estaba en su auto, con alto total frente al semáforo en rojo y un camión verde del Estadonde México arremetió contra ella y cuatro autos más. La crisis nerviosa, el esguince de las vértebras cervicales y los golpes contusos en todo el cuerpo le hicieron pensar de inmediato en la Justicia, los daños al auto ya se los imaginan.
Acudimos ante el Ministerio Público de Tlanepantla, ahí entre canciones de salsa y de banda -son las favoritas del MP- se "imparte" la Justicia. Resulta que el chofer reconoció su irresponsabilidad y argumentó que le "fallaron los frenos", pero su licencia de manejo estaba vencida